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Pedro Opeka: ¡Hay que actuar!


“Cuando llegué a Antananarivorelata— ya no vi pobreza; vi miseria como uno nunca se la puede imaginar si no la ve. Vi en las afueras de la ciudad a 800 familias, cada una con seis, siete, ocho chicos, metidas dentro de la basura, viviendo en el vertedero, en túneles hechos dentro de los desperdicios. Los chicos muriendo de frío en invierno, con una camisita, descalzos, sin comida, sin casa”.


El padre Pedro Opeka, sacerdote misionero de la Congregación de la Misión fue destinado a Madagascar. Allí llegó con 22 años y, después de un tiempo con los malgaches en los arrozales de las Tierras Altas, fue enviado a la capital, a Antananarivo. Allí descubrió su vertedero; 20 hectáreas sobre las que vivían 5.000 personas, entre ellas cientos de niños descalzos que peleaban por la comida junto con perros y cerdos.


Impactado por la miseria y la degradación de aquel lugar decidió actuar. Convenció a los padres para que lucharan a su lado por el futuro de sus hijos y, después de treinta años de duro trabajo, hoy una hermosa ciudad, Akamasoa, se erige alejada de los restos de la inmundicia. Desde entonces, más de 500.000 personas han sido rescatadas de la indigencia.



Así es y así piensa el P. Opeka:


“Todo hombre es mi hermano. ¿Cómo no lo voy a ayudar?”


"Yo levanto la voz y grito ¡basta!, basta de discursos, ¡tenemos que obrar, tenemos que actuar y ayudar al continente que tiene hoy millones de niños que están en peligro y que mueren por razones por las que no deberían morir!".


“Los gobiernos que fomentan el asistencialismo están fomentando la delincuencia y la exclusión y están profundizando el problema. Y si no se atacan en serio las causas de la pobreza es para seguir aprovechándose de ellos, utilizándolos”.


"Junto con el amor, el respeto y la oración, mi propuesta tiene tres pilares que son la educación, el trabajo y la disciplina"


Este sacerdote argentino nos interpela con una vida plena de servicio a los demás. No de servir de vez en cuando, porque me viene bien. “Esto no va de ratos sueltos como diría el Papa Francisco. Se trata de “vivir sirviendo”. No para obtener un reconocimiento público, sino para responder a una vocación universal de la que nadie está excluido. Ésta es la Gran Noticia: todos estamos llamados a entregar la vida al servicio de los demás. Y no… Dios no quiere hacerme la puñeta. Al contrario, quiere encontrarse conmigo… en el otro, en el prójimo y especialmente en el más necesitado. Porque Dios no llama a nada que no sea Él mismo.

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