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Francisco y las enfermedades del liderazgo



Gary Hamel fue reconocido recientemente por The Wall Street Journal como el pensador de negocios más influyente del mundo, y la revista Fortune lo ha llamado “el mayor experto del mundo en estrategia de negocios.” Hamel escribió un artículo en la Harvard Business Review titulado The 15 Diseases of Leadership, According to Pope Francis. Hamel no es católico, pero sintoniza totalmente con los planteamientos del discurso del Papa. Esta es la traducción íntegra de su artículo:


“El Papa Francisco no ha ocultado su intención de reformar radicalmente las estructuras de gestión de la Iglesia Católica, que él considera como aislada, arrogante y burocrática. Él entiende que, en un mundo híper-veloz, los líderes introspectivos y auto-obsesionados son un pasivo.


El año pasado, justo antes de la Navidad, el Papa se dirigió a los responsables de la Curia romana, los cardenales y otros funcionarios que se encargan de movilizar la red bizantina de los órganos administrativos de la Iglesia. El mensaje del Papa a sus colegas fue contundente. Los líderes son susceptibles a una variedad de enfermedades debilitantes, incluyendo la arrogancia, la intolerancia, la miopía y la mezquindad. Cuando esas enfermedades no se tratan, la propia organización se debilita. Para tener una iglesia saludable, necesitamos líderes sanos.


A través de los años, he escuchado a decenas de expertos en gestión enumerar las cualidades de los grandes líderes. Rara vez, sin embargo, hablan claramente sobre las “enfermedades” del liderazgo. El Papa es más directo. Él entiende que como seres humanos tenemos ciertas inclinaciones —no todas ellas nobles—. Sin embargo, los líderes deben mantenerse a un alto nivel, ya que su ámbito de influencia hace que sus dolencias sean particularmente infecciosas.


La Iglesia Católica es una burocracia: una jerarquía poblada por buenos corazones, pero de almas imperfectas. En ese sentido, no es muy diferente de tu organización. Es por eso que el consejo del Papa es relevante para los líderes de todo el mundo.


Con esta idea en mente, me pasé un par de horas traduciendo el discurso del Papa en algo un poco más próximo a la jerga corporativa. (No sé si existe una prohibición por parafrasear los pronunciamientos papales, pero como yo no soy católico, estoy dispuesto a asumir el riesgo). Así, a continuación, el Papa (más o menos):


El equipo de liderazgo está llamado constantemente a mejorar y a crecer en armonía y sabiduría, a fin de llevar a cabo plenamente su misión. Y, sin embargo, como cualquier cuerpo, como cualquier cuerpo humano, también está expuesto a enfermedades, mal funcionamiento, debilidad. Aquí me gustaría mencionar algunas de esas “enfermedades de liderazgo”. Son enfermedades y tentaciones que pueden debilitar peligrosamente la eficacia de cualquier organización:


1. La enfermedad de pensar que somos inmortales, inmunes o de alguna forma indispensables, y por tanto el rechazo a la necesidad de comprobarlo regularmente. El líder de un equipo que no es crítico consigo mismo y que no está al día de las cosas, que no busca adecuarse, es un cuerpo enfermo. Un simple vistazo al cementerio podría ayudarnos a ver los nombres de muchas personas que pensaban que eran inmortales, inmunes, e indispensables. Es la enfermedad de los que se convierten en amos y señores, que piensan de sí mismos que están por encima de los demás y no a su servicio. Es la patología del poder y viene de un complejo de superioridad, de un narcisismo que mira apasionadamente la propia imagen y no ve el rostro de los otros, especialmente de los más débiles y de los más necesitados. El antídoto a esta plaga es la humildad, para decirlo con el corazón: ‘Soy simplemente un servidor. He hecho lo que era mi deber’.


2. Otra enfermedad es el excesivo “busyness”. Afecta a los que están inmersos en el trabajo y se niegan a sí mismos la oportunidad del descanso, lo que conduce al estrés y a la agitación. Un tiempo de descanso para los que han completado su trabajo es necesario, obligatorio y debe ser tomado seriamente: pasando tiempo con la familia y respetando los días festivos como momentos para recargarse.


3. Luego está la enfermedad mental y emocional de la “petrificación”. Los líderes de corazón de piedra, la dura cerviz. Aquellos que con el tiempo pierden su serenidad interior, ya no están alertas ni son desafiantes, y se esconden bajo una pila de papeles, convirtiéndose en administradores de papeles y no en hombres y mujeres compasivos ¡Es peligroso perder la sensibilidad humana que permite llorar con los que lloran y alegrarse con los que se alegran! Debido al paso del tiempo, nuestros corazones se endurecen y se vuelven incapaces de amar a todos los que nos rodean. Ser un líder humano significa tener sentimientos de humildad y generosidad, de desprendimiento y generosidad.


4. La enfermedad del excesivo planeamiento y funcionalismo. Afecta al líder que planea todo hasta el último detalle y cree que con el planeamiento perfecto todo estará bien. Ese líder se vuelve un “contabilizador” o un administrador de una oficina. Las cosas deben prepararse bien, pero sin caer en la tentación de eliminar toda forma de espontaneidad, que es siempre más flexible que cualquier planeación humana. Contraemos esta enfermedad porque es fácil y cómodo instalarse en nuestras propias puntos de vista sedentarios e inmutables.


5. La enfermedad de la pobre coordinación. Se evidencia cuando los líderes pierden el sentido de comunidad entre ellos. El cuerpo pierde su funcionamiento armonioso y su equilibrio. Entonces la organización es como una orquesta que hace ruido. Sus miembros no trabajan juntos y pierden el espíritu de camaradería y de trabajo en equipo. Cuando el pie le dice al brazo: ¡No te necesito!; o la mano le dice a la cabeza: ¡Yo estoy al mando! Crean incomodidad y estrechez de miras.


6. Está también la enfermedad del “Alzheimer en el liderazgo”. Consiste en perder la memoria de los que nos nutrieron, fueron nuestros mentores y nos apoyaron en nuestro camino. Esto lo vemos en aquellos que han perdido la memoria de sus encuentros con los grandes líderes que los inspiraron; en los que están completamente atrapados en el momento presente, en sus pasiones, caprichos y obsesiones; en los que construyen muros y rutinas alrededor de sí mismos, y así terminan convirtiéndose cada vez más en los esclavos de los ídolos tallados por sus propias manos.


7. La enfermedad de la rivalidad y la vanagloria. Cuando las apariencias, nuestras gratificaciones y nuestros títulos se convierten en el objeto primario de la vida, nos olvidamos de nuestro deber fundamental como líderes, —”Nada hagáis por egoísmo o por vanagloria, sino con humildad, estimando los demás como superiores a nosotros mismos”—. Como líderes tenemos que mirar no solo nuestros propios intereses sino también los intereses de los demás.


8. La enfermedad de la esquizofrenia existencial. De los que viven una doble vida, el fruto de la típica hipocresía del mediocre y del vacío emocional progresivo que ningún logro o título puede llenar. Es una enfermedad que con frecuencia golpea a los que no están directamente en relación con los clientes y los empleados ‘ordinarios’ y se limitan a los asuntos burocráticos, perdiendo así contacto con la realidad, con la gente concreta.


9. La enfermedad del chisme, del cotilleo y las habladurías. Esta es una enfermedad grave que comienza simplemente o incluso con una pequeña conversación y toma a una persona, haciéndola ‘sembradora de mala hierba’ y en muchos casos, un asesino a sangre fría del buen nombre de los colegas. Es la enfermedad de los cobardes que no tienen la valentía de hablar directamente, sino que hablan a espaldas de los demás. ¡Estemos en guardia contra el terrorismo de los chismes!


10. La enfermedad de idolatrar a los superiores. Esta es la enfermedad de los que cortejan a sus superiores con la esperanza de ganar su favor. Son víctimas del arribismo y del oportunismo, dan honores a personas (en vez de a la misión más amplia de la organización). Piensan solamente en lo que pueden obtener y no en lo que pueden dar, son personas de mente pequeña, infelices e inspiradas solo en su propio egoísmo letal. Los mismos superiores pueden verse afectados por esta enfermedad, cuando tratan de obtener la sumisión, la lealtad y la dependencia psicológica de sus subordinados, pero el resultado final es una complicidad malsana.


11. La enfermedad de la indiferencia con los otros. Cuando el líder piensa solo en sí mismo y pierde la sinceridad y la calidez de las relaciones humanas genuinas. Cuando la persona con más conocimientos no se pone al servicio de los colegas que menos saben, cuando se aprende algo y se guarda solo para uno mismo en vez de compartirlo de manera que ayude a otros, cuando por los celos o el engaño uno se alegra por ver caer a otros en vez de ayudarlos o alentarlos.


12. La enfermedad del rostro abatido. Esta enfermedad se ve en las personas sombrías y adustas que piensan que para ser serios hay que poner cara de melancolía o severidad, y tratar a otros —especialmente a los que se considera inferiores— con rigor, brusquedad y arrogancia. De hecho, una muestra de gravedad y pesimismo estéril son frecuentemente síntomas de miedo e inseguridad. Un líder debe esforzarse por ser cortés, sereno, entusiasta y alegre, una persona que transmite alegría por donde pasa. ¡Un corazón feliz irradia una alegría contagiosa: es evidente de inmediato! Así que un líder nunca debe perder el sentido del humor, alegre e incluso autocrítico, que hace a la gente amable incluso en las situaciones difíciles. ¡Qué beneficiosa es una buena dosis de humor!


13. La enfermedad del acaparamiento. Del líder que trata de llenar un vacío existencial acumulando bienes materiales, no por necesidad sino para sentirse seguro. El hecho es que no vamos a poder llevarlos con nosotros cuando dejemos esta vida ya que ‘la mortaja no tiene bolsillos’ y todos nuestros tesoros nunca podrán llenar ese vacío. En vez de eso solo lo harán más profundo y más exigente. ¡Acumular bienes solo carga e inexorablemente ralentiza el camino!


14. La enfermedad de los círculos cerrados. Cuando pertenecer a un grupo se hace más poderoso que la identidad compartida. Esta enfermedad comienza con buenas intenciones, pero con el paso del tiempo esclaviza a sus miembros y se hace un cáncer que amenaza la armonía de las organizaciones y causa un gran daño, especialmente a los que tratamos como externos a los círculos. “Fuego amigo” de nuestros compañeros de armas, este es el peligro más insidioso. Es el mal que ataca desde dentro. Como se dice en la Biblia: “Todo reino dividido contra sí mismo es asolado”.


15. Por último, la enfermedad de la extravagancia o el exhibicionismo. Cuando un líder convierte su servicio en poder y lo usa para ganar cosas materiales o para adquirir más poder. Esta es la enfermedad de personas que insaciablemente tratan de acumular poder y para este fin están dispuestas a engañar, difamar y desacreditar a otros, y se exhiben para mostrar que son más capaces que otros. Esta enfermedad hace mucho daño, lleva a la gente a justificar el uso de cualquier medio para alcanzar su objetivo, a menudo ¡en nombre de la justicia y la transparencia! Aquí me acuerdo de un líder que acostumbraba a llamar a los periodistas para contar e inventar asuntos privados y confidenciales relacionados con sus colegas. Lo único que le preocupaba era poder verse a sí mismo en la primera página, esto le hacía sentirse poderoso y lleno de glamour, mientras causaba un gran daño a los demás y a la organización.


Amigos, estas enfermedades son un peligro para cada líder y en cada organización, y pueden darse a nivel comunitario y a nivel individual. Así que, ¿eres un líder saludable? Utiliza el inventario de enfermedades de liderazgo del Papa para averiguarlo. Pregúntate a ti mismo, en una escala de 1 a 5, en qué medida yo...


¿Me siento superior a los que trabajan para mí?

¿Demuestro un desequilibrio entre el trabajo y otros ámbitos de la vida?

¿Sustituyo la formalidad por una genuina intimidad humana?

¿Confío demasiado en los planes y no lo suficiente en la intuición y la improvisación?

¿Paso demasiado poco tiempo rompiendo silos y construyendo puentes?

¿A menudo dejo de reconocer la deuda que tengo con mis mentores y otras personas?

¿Me siento muy satisfecho de mis prebendas y privilegios?

¿Me aíslo de los clientes y de los empleados de primer nivel?

¿Desprecio los criterios y los logros de los demás?

¿Exhibo o aliento una deferencia indebida y el servilismo?

¿Pongo mi propio éxito por delante del éxito de los demás?

¿Fracaso a la hora de cultivar un ambiente de trabajo agradable y divertido?

¿Soy egoísta cuando se trata de compartir las recompensas y alabanzas?

¿Animo el “parroquianismo” en lugar de la pertenencia a la comunidad?

¿Mi comportamiento puede parecer egocéntrico para los demás?


Al igual que en todas las cuestiones de salud, es bueno tener una segunda o tercera opinión. Pregunta a tus colegas para que te puntúen en los mismos quince artículos. Al igual que en una serie de pruebas médicas, estas preguntas pueden ayudarte a prestar atención a las oportunidades para prevenir enfermedades y mejorar tu salud. Esta evaluación del liderazgo papal puede parecer un poco exagerada. Pero recuerda: las responsabilidades que tienes como líder y la influencia que tienes sobre la vida de las personas pueden ser profundas. ¿Por qué no sintonizar con el Papa —un líder espiritual de líderes— por su sabiduría y su capacidad de consejo?”

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