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La firme determinación que empuja el Team Hoyt


Este es Dick tirando de su hijo. Quizás en una de las competiciones de “Ironman”, una prueba durísima de triatlón: 3.800 m. de natación, 180 km. de ciclismo y 42,2 km de carrera, y todo ello con un límite de tiempo de 17 horas. Cuando los vi en YouTube quedé conmovido. Pensé en Dick, en su fortaleza interior, en su perseverancia y entrega, en su extenuante dedicación para integrar a su hijo con parálisis cerebral en un mundo lleno de obstáculos.

Una periodista, en un programa de televisión, leyó a Dick unas palabras que otro padre le dirigía: "Escribo esto porque soy padre y me avergüenza no haber sido como tú, Dick. He sido más egoísta que desinteresado. No he estado “corriendo” con mi hijo de la manera que él quería. Ayer empecé a dejar de ser yo y empecé a ser el padre de mi hijo. Se lo agradezco señor.” La periodista finalizó la lectura del mensaje y, dirigiéndose a Dick, le preguntó:

—¿Escuchas esto una y otra vez?

—Lo hago, sí. Respondió.

—¿Te toca cada vez?

—Lo hace, si. En ese momento Dick, a punto de derrumbarse, contuvo la emoción.

La historia de este padre extraordinario tiene dos etapas. La primera de ellos la emprendió con 22 años, cuando decidió pelear por su hijo. Los médicos fueron rotundos: "Su hijo tiene anoxia (falta de oxígeno en el cerebro)". El cordón umbilical atado al cuello provocó el accidente. Resultado: discapacidad total, mental y física. Su pequeño hijo no podrá andar, no podrá hablar, no podrá mantenerse erguido, no podrá comprender, no podrá hacer nada. Para los médicos Rick era un vegetal. Asearlo, vestirlo, alimentarlo… Eso era lo único que podrían hacer por él.

Pero Dick y su mujer no hicieron caso. Decidieron tratarlo como si tuviera el cerebro de un niño normal. Todos los muebles, electrodomésticos y utensilios de la casa fueron identificados con notas adhesivas escritas: mesa, reloj, vaso, televisión, silla, … Le ayudaron a fijar su atención en cada objeto repitiéndoselos una y otra vez. Rick no respondía. Tan solo se apreciaba algún gesto difícil de interpretar: el esbozo de una sonrisa, una mirada perdida o algún movimiento rítmico y espasmódico. Dick y su mujer no perdieron la esperanza. Continuaron adelante enseñándole a leer, explicándole las tablas de sumar, restar, multiplicar y dividir. Rick parecía ausente.

Fue a los 11 años cuando un sicólogo amigo consiguió que Rick probara un equipo similar al de Stephen Hawking. Básicamente se trataba de un ordenador con una pantalla y un ratón que podía moverse con la cabeza. El sicólogo transmitió a Rick la siguiente instrucción: Apoya aquí tu cabeza. Verás unas letras en la pantalla. Si nos entiendes da un golpe para elegir cada letra.Un golpe. Otro. Y otro más. Así hasta completar: “¡Go Bruins”. Con estas palabras de ánimo a su equipo favorito, Rick demostró al mundo que el esfuerzo titánico de sus padres había merecido la pena. Los médicos y psicólogos declararon que Rick era inteligente y que entendía lo que sucedía a su alrededor. Un mundo de posibilidades se abrió ante él. Salir a correr arrastrado por su padre fue solo el principio.


La segunda etapa de Dick sucedió a los 40 años, cuando comenzó a entrenar para competir en la Ironman. Esta prueba le exigía tirar de su hijo; un peso de 55 kg más 15 kg del dispositivo de arrastre. La bicicleta la creó y mejoró él mismo. Tenía fobia al agua, pero aprendió a nadar por su hijo. Comenzaba colocando a Rick en una Zodiac, después le ponía los arneses y a continuación, cruzaba dos correas por su espalda, dejaba que todos los atletas salieran primero para que nadie golpeara a su hijo, los dejaba pasar y empezaba a nadar. La Ironman supone casi un día entero de ejercicio. En la competición nadie les ayudaba, pero llegaban a la meta dentro del primer cuartil de los atletas de más de 50 años


La vida de Dick Hoyt es el alegato de un hombre que decidió transformar su vida para salvar a su hijo de las limitaciones que otros le atribuían. ¿Y tú? ¿No tienes nada que “salvar”? ¿Cuánto estás dispuesto a empujar por alcanzar tu propósito en la vida? ¿O quizás deberías dejarte guiar por alguien más grande y más poderoso que tú mismo? Piensa cuantas personas dependen de tu decisión; de tu consagración y sacrificio. Por favor, ¡piénsalo! Alguien dijo una vez que una persona se mide por la altura de su propósito. ¿Cuál es tu medida?


Hoy Rick cuenta con un Grado académico de la Universidad de Boston en Educación Especial, y en la actualidad diseña aplicaciones informáticas para robots que asisten a personas con discapacidades severas.



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