Jerusalén. (EFE).- Cindy, el delfín que adquirió fama mundial al desposar en diciembre pasado a una millonaria inglesa en aguas del mar Rojo, ha fallecido a los 36 años de edad, informa hoy el diario Yediot Aharonot. Además de sus hijos, destaca el diario, deja viuda, la productora de grupos de música rock Sharon Tandler, de 41 años, que no estuvo a su lado en el momento del deceso, agrega.
Richard Torres, un joven medioambientalista, se caso con un árbol. La ceremonia tuvo lugar en medio del Parque Nacional, en el centro de Bogotá (Colombia).
Una mujer da a luz mellizos con 64 años. «Todo ha valido la pena», afirmó emocionada.
Leía estas y otras noticias y, la verdad, me resultaban chocantes, pero me decía a mí mismo: «Recuerda, cada uno es libre, en conciencia, de recorrer su propio camino en busca de la felicidad perdida». Eso me dicen por ahí. Sin embargo, en el fondo no dejaba de preguntarme: «¿Qué me hace feliz?». Porque hay setas riquísimas que entran por los ojos, pero no todas sientan bien, algunas matan, incluso.
¡Vaya!... Estaba confuso. Y me preguntaba: «¿dónde está la brújula? ¿Acaso la Verdad —perdón—, mi verdad, ya no es suficiente?. Quizás si preguntara a un "profesional"...». Sí, eso era, como los enólogos; esos que distinguen el buen vino del malo.
Ahí estaban: los tertulianos del corazón. «¡Cómo no había caído antes! Ellos siempre lo tienen claro. Son certeros, precisos. ¡Tienen tanta experiencia…! ¡Conocen tanta gente…!»
Bueno, y el gobierno. ¡Guau! «Todo el día indicando el camino. No me hace falta pensar; ¡ellos se encargan! Saben lo que me conviene, me cuidan. ¡Y las leyes que promulgan?... ¿Eh...?: la eutanasia, la ley de educación…». Maravilloso, maravilloso.
Y qué decir del mundo de la ciencia, por supuesto. Aunque no todos los científicos lo tienen claro. Algunos son cerrados de mollera. No caminan por la senda del progreso. A mi me gustan esos otros que sintonizan con los deseos de la gente. Aún recuerdo las conmovedoras palabras de aquel gran humanista y experto en fertilidad: «Yo creo que llegará el día en que las mujeres elegirán cómo quieren afrontar su maternidad. Decidirán si quieren albergar a su hijo en su útero y someterse a los riesgos y complicaciones de un embarazo o confiarlo a una incubadora de un laboratorio». Se me saltaban las lágrimas de la emoción.
Aún no sé por qué me preocupaba tanto. ¡Soy tan sensible!... Al fin y al cabo, lo importante son los gustos y las preferencias de cada uno. Total, para eso los tengo, ¿no? Y para eso está el Estado, los científicos, el mundo del espectáculo y la madre que los parió… Para satisfacerlos.
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