top of page

¡Qué poco nos conocemos!



«En situaciones convencionales respondemos de forma convencional, pero frente a situaciones inesperadas respondemos… ¡Vete a saber cómo!». Eso decía Paul Carnaham, cabizbajo, después de abroncar a Alice, su alumna más brillante.


Pero… ¿Tiene razón nuestro querido profesor? ¿Siempre es así? ¿Habría alguna forma de aventurar mi actitud ante una circunstancia inesperada, incluso dramática?


Una vez, alguien me contó la siguiente historia:


Un niño estaba pescando a la orilla del mar, entre las rocas. Pasó por allí un anciano y se acercó a curiosear. El niño había conseguido varios peces pequeños. De pronto, la caña se arqueó. Con dificultad consiguió sacar del agua una gran lubina.

—¡Menuda pieza! —exclamó el anciano.

Pero entonces, el niño le quitó el anzuelo al pescado y lo devolvió al agua.

—Pero ¿qué has hecho? ¡Era un ejemplar fabuloso!

—Sí que lo era —respondió el niño—, pero en casa la sartén solo tiene veinte centímetros.


«Podría haber troceado el pescado», pensé nada más escuchar la historia. Sin embargo, esta forma de responder a los problemas es más común, mucho más, entre los adultos que entre los niños; estos son más creativos y tienen menos resistencias mentales.


En cualquier caso, el asunto tiene que ver con la mentalidad o el mindset como dicen los anglosajones: el conjunto de creencias y costumbres que conforman el modo de pensar, enjuiciar la realidad y actuar de un individuo o de una colectividad. Algo más corto y sencillo: “El modo de interpretar la realidad”. Es decir, los mindsets me ayudan a predecir mi disposición y mi comportamiento ante los retos de la vida. Por ejemplo, la historia que acabo de contar tiene que ver con el mindset de la sartén: soy incapaz de pensar más allá de mis límites reducidos y aparentes. Hay muchos y están entretejidos: el mindset fijo o de crecimiento, capaz de anticipar cómo afronto el fracaso; o el mindset de víctima, el de aquel que se siente irresponsable de sus actos porque otros (el jefe, la suegra, el gobierno,…) son los culpables de su penosa situación.


Por lo tanto, nuestro amigo Paul andaba descaminado. Si conociera sus mindsets predominantes... Si los hubiera descubierto… habría sido capaz de predecir su comportamiento, incluso en situaciones límite.


Entre mis variados "intereses", están los Navy SEAL y cualquier otra organización de primer nivel dedicada al campo de la defensa. Y me interesan porque se toman en serio todo lo relacionado con el mindset y con los límites físicos y mentales. Sus misiones son críticas y, para llevarlas a cabo, deben asumir lo que ellos llaman “los tres desafíos”: el riesgo, la pérdida y el fracaso. Ignorarlos sería temerario. Por eso, aprenden a enfrentarlos como una tarea decisiva.


Para mí, la vida es la gran misión —la más crítica de todas las misiones—, y el riesgo, la pérdida y el fracaso están presentes a cada paso, en el camino. Por eso me digo: «¡Nada de parálisis! ¡Hay que pisar fuerte!». Como decía Robert F. Kennedy:

«Solo aquellos que se atreven a fracasar mucho pueden ganar mucho algún día».

La vida cómoda de Paul Carnaham —sin riesgos, sin fracasos en la gatera—, todavía herida por la muerte de sus padres —¡después de treinta años!—, sufrió una sacudida y alteró sus límites. ¡Bendito sea! Su mentalidad, su mindset, cambió a golpe de acontecimiento, de encuentro, de ayuda. ¡Y lo que aún le queda! Él necesitaba saber quién era realmente y a qué estaba llamado. No se conocía a sí mismo: no sabía que no sabía, y no veía porque no podía. Todos somos un poco como él.

bottom of page