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Vacunas: los que no respetan la fila



Alguien dijo una vez que cuando se necesita contratar a alguien, se buscan tres cualidades: integridad, inteligencia y energía. Y que, si la persona no tiene la primera, las otras dos le matarán a usted. Hay que pensárselo…


La integridad tiene que ver con la palabra que doy a los demás y también con la palabra que me doy a mi mismo. Cumplo con la palabra dada porque es importante para mí. Este criterio sirve para evaluar mi integridad personal. ¿Recuerdan el dicho?:

«Mis acciones hablan más alto que mis palabras».

Incluso, podríamos hablar del lenguaje propio de las acciones y del modo en que estas hablan de mí. Y a eso voy.


¿De qué forma expreso la consistencia de mi palabra? ¿Cuándo actúo con integridad?:

  1. Cuando dije que iba a hacer o no hacer algo y luego lo hice o no lo hice.

  2. En relación con lo que sé hacer o no hacer.

  3. Cuando se espera de mí que haga o no haga algo.

  4. Lo que tácitamente se espera de mí en relación con el cumplimiento de las normas morales, éticas o jurídicas.

  5. Cuando lo que digo es verdad.

  6. Sobre lo que algo o alguien representa para mí y para los demás.


Veamos el caso sobre el abuso de las vacunas. Tomemos estos 6 puntos como si fueran una plantilla y preguntemos a todos aquellos que, abusando de su posición, se han saltado el turno en la fila, o se han inventado un protocolo a la medida de sus intereses:


  1. ¿Hizo lo contrario de lo que dijo? Si así fue, ¿lo explicó con claridad? ¿Qué supuso ese cambio de criterio?

  2. ¿Su cargo le confería la competencia necesaria para hacer lo que hizo?

  3. De 1 a 10: ¿cómo respondió a la ejemplaridad que esperábamos de usted? ¿Qué tal eso de rendir cuentas?

  4. ¿Es inocente de toda responsabilidad? Si no lo es, ¿cometió una inmoralidad o un delito? ¿Cómo asume la responsabilidad de uno u otro?

  5. ¿Mintió? Sí fue así, ¿qué consecuencias tiene para usted mentir?

  6. ¿Qué representan para usted —y para los españoles—, todos los sanitarios que están en primera línea, los ancianos, los enfermos crónicos, las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, la gente que cada mañana entra en un vagón de metro, abarrotado, para ir a trabajar y llegar a fin de mes?


No es fácil reconocer los propios errores. Un estudio sobre ética del comportamiento lo confirma:


«Dividieron a los participantes en dos grupos. En uno, se pedía que distribuyesen entre ellos un recurso (por ejemplo, tiempo o energía) con libertad para hacer esa distribución justa o injustamente. Luego pedían a los “distribuidores” que evaluasen la naturaleza ética de sus actos. En el otro grupo, los participantes veían cómo otra persona actuaba de una manera poco ética, y luego evaluaban la ética de ese acto. Los individuos que habían hecho una distribución no ética consideraban que aquella transgresión era menos condenable de lo que pensaban aquellos que vieron a otra persona cometer la misma acción» (Bazerman y Tenbrusel, 2012).


Lo cierto es que no hacía falta una investigación como esta. Hace más de dos mil años, Alguien ya conocía a fondo la naturaleza humana: «¿Por qué miras la paja en el ojo de tu hermano y no te das cuenta de la viga que tienes en el tuyo?» Mateo 7, 1-15. A mí me pasa lo mismo: soy muy benigno con mis faltas. Será mejor que yo también responda al cuestionario de las 6 preguntas. No me sorprenderán las respuestas, seguro. Y si alguno dice que siempre "respeta la fila", por favor, que levante la mano.

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