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Es de bien nacidos ser agradecidos




En el momento de publicar esta entrada, la Presentación online de Paul Carnaham RENACER ha recibido más de 1.200 reproducciones, algo insólito en un acto de este tipo, más aún para un autor novel. Así que… ¡GRACIAS! Muchas gracias a los que habéis participado de la emisión en directo y a todos los que la habéis visto en diferido. Gracias por difundir el MENSAJE de Paul Carnaham.


Ayer, Lucía, Rafael, José Antonio y yo mismo, podríamos haber continuado con la presentación una hora más fácilmente. De hecho, después de cortar la emisión seguimos hablando entre nosotros comentando la jugada. Sé que no pude responder a todas vuestras preguntas. Habrá tiempo… Las iré respondiendo poco a poco a través de este medio. Por ejemplo, «¿Cómo y cuándo se me ocurrió la idea de escribir esta novela?». Creo que no lo conté todo. Así que, ¡allá vamos!


Hace poco, Pilar, mi mujer, me enseñó un archivo de Word del año 2006. Aquí tenéis un extracto:


«El padre Paul oraba, solo, de rodillas, en el reclinatorio del primer banco de la pequeña capilla, iluminada únicamente por el aplique halógeno que proyectaba su luz sobre el sagrario, a la izquierda del altar».


Algunos reconocerán en estas palabras uno de los pasajes de la novela, ¿verdad?


Han pasado quince años desde entonces. ¡No, no es que me haya llevado tantos años escribirla! Lo que quiero decir, es que hace quince años se encendió una luz en mi conciencia; y esa luz me hizo creer que, por alguna razón, tenía que escribir «algo», digámoslo así.


Por aquel entonces, yo trabajaba en una gran multinacional, viajaba mucho y entre los aviones, el AVE y los coches de alquiler siempre tenía un rato de espera. Un tiempo que dedicaba a curiosear entre las novedades de las tiendas de libros. Me llamaban la atención los autores de éxito y sus novelas apiladas. Las ojeaba una y otra vez y… un buen día —no sabría decir cómo ni cuando— caí en la cuenta de algo obvio: Dios, el Dios en el que creo, el Dios cristiano, no aparecía por ningún sitio —ni en el argumento, ni en la trama, ni en los pensamientos de los personajes—. ¡Dios no pintaba nada!, Dios estaba ausente —está ausente— de la literatura contemporánea. Un hecho que se extiende al cine, a la televisión, al teatro…


¿Cómo era esto posible? Yo mismo conocía de cerca cientos de personas que podían dar testimonio de un Dios personal, vivo y presente. Pensemos en la cristiandad entera: ¡miles de millones en todo el mundo!…

Sin embargo, la literatura escondía —¡esconde!—, a Dios de la vista, como a un mueble viejo se le cubre con una sábana.

«Alguien tenía que hacer algo», pensé. «Hay cientos de escritores católicos. ¿Por qué no cuentan historias en las que Dios pinte algo? ¿Por qué no?»


Esa pregunta venía a mi mente una y otra vez. Y, ya lo sabéis: las preguntas dirigen el pensamiento. Y un buen día, sin buscarlo, el «por qué no» se transformó en otra pregunta mucho más inquietante…: «por qué yo no, por qué yo no». Y me reía de mi mismo, porque mi autoimagen estaba muy lejos de la de un escritor. Pero el aguijón se había clavado sin remedio.


Aún recuerdo, cuando en uno de esos viajes de trabajo me acerqué a la tienda del aeropuerto y compré El pintor de batallas, de Pérez Reverte. ¿Acaso algún día podría escribir con una solvencia parecida? Sueños imposibles. Pero: «¿por qué yo no?», la misma pregunta volvía una y otra vez.


Así que, un día aparecí sentado en la mesa de mi escritorio. «Vamos a probar», me dije. Y así, de esta forma tan insensata, nació el primer esbozo de lo que quince años después se llamaría Paul Carnaham RENACER.


¿Y qué ha pasado durante esos quince años? Escribir literatura es duro, al menos en mi caso: yo soy más de un noventa por ciento de transpiración y muy, muy poca inspiración. Hay que amarrarse a la silla durante horas, aprender el oficio y leer mucho. Y en aquella época, yo no quise pagar el precio. También es verdad que otras responsabilidades pululaban por mi vida y atraían toda mi energía.


Algún año que otro volvía a curiosear entre los archivos de mis documentos y me atrevía a escribir algún párrafo más. Hasta hace un par de años: la Providencia creo la oportunidad y me sentó en la silla. Así fue, así nació —sin entrar en más detalles—, Paul Carnaham. RENACER. Una historia… desconcertante, dónde poco a poco el MISTERIO se abre paso. Una historia contada en menos de 200 páginas, pero intensa, muy intensa; con la pretensión de ser asequible para el gran público y no por eso carecer de profundidad y calidad literaria.


En fin, espero haberlo conseguido, pero quien decide es el público. Sois vosotros.


¡Ah! Una última cuestión, esta novela tiene un horizonte explícito, y las que vengan también. Cualquiera que me lea descubrirá qué Dios, el Dios revelado en la persona de Jesucristo, es real, personal y cercano; más cercano a mí que yo mismo; descubrirá que somos seres de encuentro, que nuestra vida es una suma de encuentros sucesivos que van dejando huellas imborrables; descubrirá que algunas de esas huellas son heridas que supuran resentimiento y necesitan ser tratadas por EL ÚNICO que puede sanarlas; descubrirá también que, en un mundo de escépticos, hay razones para la ESPERANZA, y que la muerte y el dolor de cualquier tipo NUNCA, NUNCA, tienen la última palabra.

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