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Las posibilidades de la virtud humana


Monteverdi Choir. Foto: Massimo Gianneli

La música clásica me gusta, pero en su justa medida y si tengo que elegir prefiero el Barroco, y especialmente Bach o Haendel. Por eso, ayer por la tarde mis expectativas fueron sobradamente cumplidas. Recuerdo cuando escuché por primera vez, en vivo y en directo, varias piezas del barroco alemán. Durante las dos horas de concierto, en muchos momentos, las lágrimas recorrieron mis mejillas. ¿Por qué…? ¡Yo mismo me lo preguntaba!: ¿Por la soberbia interpretación de los músicos y el coro…? Quizás. Pero, la verdad, lo que me conmovió fue apreciar la grandeza y la belleza de la dignidad humana; de lo que es capaz, de sus asombrosas posibilidades. ¡Hasta que punto la virtud humana puede conjuntarse para crear una obra tan sublime como “DIXIT DOMINUS, HWV232”, de Haendel!


Cada nota está al servicio de una obra inmensa. El virtuosismo alcanza cotas prodigiosas, pero permanece impecablemente armonizado en el conjunto. Lo mejor de cada uno al servicio de un todo superior. El director conoce la obra; tiene una visión nítida del resultado y cataliza el esfuerzo de todos. Una poderosa metáfora para espolear la actividad de nuestras organizaciones políticas, sociales o empresariales. ¿Alguna de ellas podría emocionarnos…? Emulemos a Haendel —¡esta obra la compuso a los 21 años!— y al Monteverdi Choir junto con los English Baroque Soloists dirigidos por John Eliot Gardiner. Tenemos mucho que aprender.



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